sábado, 1 de octubre de 2011

CUERPO, MENTE Y ALMA EN JAVALAMBRE 2011


Para el que no conozca la carrera es una prueba de 107 km, con algo más de 10.000 metros de desnivel acumulado. Se sale del refugio Serra en Alfondeguilla (Castellón) y se termina en el refugio Rabada y Navarro en Camarena de la Sierra (Teruel). Las características más importantes son la poca cantidad de participantes (35 este año) y la ausencia de marcajes, lo que obliga a ir provisto de GPS y a despistarse algunas veces.

Este año era mi tercera participación consecutiva y las cosas pintaban mal. Julio prácticamente sin entrenar por una lesión en el soleo (músculo del que en junio no había oído hablar en mi vida) que se reproduzco en forma de sobrecarga la semana anterior a la prueba y que tras una visita al fisio me tiene los 10 días anteriores de reposo casi absoluto.

A las 3:30 de la mañana me despierto porque cae un aguacero de no te menees. En la salida sigue lloviendo aunque bastante menos. Las previsiones son malas, pero a la hora de la verdad pasamos más bien calor y de agua ni gota.

La salida es más rápida que la del año pasado y tras las primeras subidas se forma un grupete de 3 en cabeza en el que… COÑO, SI ESTOY YO. Me pongo unos metros delante para ver lo que se siente.

De todas formas, uno de nosotros es bastante más fuerte, y aunque nos va esperando le decimos que se vaya porque nos va a reventar.

Así que nos quedamos Juan (jienense afincado en Villareal) y yo. Juan impone el ritmo en el tramo de Espadán. Yo noto que voy algo por encima de lo que debería y temo que lo voy a pagar más tarde. De todas formas como me acabo de terminar el libro de Karnazes estoy alto de motivación y me repito “Lo que cuenta en la batalla es lo que haces cuando llega el dolor” y chorradas de este estilo y voy aguantando.

Después de subir Espadán y la Rápita, paso mi momento más bajo, antes de llegar al avituallamiento de Matet. Son 3 kilómetros llanos por pista que se me hacen eternos. Juan tiene que bajar un poco el ritmo. Por suerte, el bocata me revive y salgo otra vez con buenas sensaciones.

El calor ya empieza a apretar y poco a poco nos acercamos a Pina donde nos metemos otro bocata y cogemos algo de ropa de abrigo para pasar la noche.

El tramo desde Pina hasta Manzanera es bastante corredor y como nos encontramos con fuerzas, los kilómetros no pasan demasiado lentos.

Al llegar al pie de la Muela de Manzanera (penúltima dificultad del día) encendemos los frontales, que sirven de poco ya que hay mucha niebla. A estas alturas, y aunque parezca mentira, voy fenomenal y soy yo el que tira de mi compañero de viaje. Arriba de la muela nos avituallamos de nuevo con un café con leche y magdalenas y nos lanzamos en picado a buscar Javalambre.

Al principio es difícil correr por la niebla, pero enseguida se despeja y aprovechamos las bajadas, aunque también nos encontramos con más subidas de las que recordábamos de otros años (creo que eso se llama memoria selectiva).

La subida a Javalambre es por, el llamado por los participantes, “el barranco de la muerte”. Yo me encuentro muy bien y empezamos a subir fuertes. Aquí mi compañero pasa su momento bajo y ya en la parte alta tenemos que detenernos un poco. Se recupera enseguida y llegamos al pico.

Desde allí ya solo nos quedan unos 3 km de bajada hasta la meta donde llegamos después de 17h y 40m. 3 horas menos que el año pasado, lo que me hace llegar exultante.

Al día siguiente la ya tradicional comida con los organizadores y corredores que nos hemos quedado. Buen ambiente y tiempo para recordar anécdotas y repasar las jugadas más interesantes.
Tomás, alma mater de la prueba, comenta su proyecto para el año que viene de una carrera de 160 km. Con una primera parte similar, pero girando luego hacia Montanejos para hacerla circular. En aquel momento en que aún estaba lamiendo mis heridas le dije que yo no iba ni loco, pero con el paso de los días, como me pasa siempre, la idea ya no parece tan descabellada.